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lunes

Del Gironès a Guanajuato

Un article de Walter Arias

Entre aquell febrer i aquest novembre, no vull l’enyorança
d’ulls immòbils i lentes llàgrimes que necessita
orfeons i corrandes,
sinó la duresa del temps que fa navegables els records
i desenterra imatges.
Agustí Bartra. Oda a Catalunya des dels tròpics.

¿Qué hacía mirando el directorio telefónico de la ciudad de Guanajuato? No lo sé, ocio seguramente. El caso es que encontré un apellido que me sonaba familiar, Ferrer Falgueras, no porque lo conociese de algo sino porque mi objeto de estudio estaba relacionado con las diásporas y los exilios de catalanes en México, aquellos apellidos sin duda eran de alguno de ellos. La ventaja –o a veces desventaja– de vivir en un pueblo como Guanajuato es que la mayoría de las personas nos conocemos de algo, al menos de vista, así que me informé a través de conocidos si era posible tener una conversación con aquel hombre y las referencias fueron favorables para conseguir una entrevista.
Don Luis Ferrer me recibió un lunes a las 12:00 del medio día. Vivía en el barrio de Pastita, en una casa grande donde el tiempo se había detenido en los años cincuenta, la decoración, mobiliario e iluminación regresaban al pasado. A un pasado sin duda interesante y dichoso en el que los protagonistas fueron muchos de los transterrados en un México que se modernizaba a pasos acelerados. Me senté en un sofá de piel frente al señor Ferrer que con sus ochenta y seis años seguía siendo un hombre fuerte pero cansado, afable en su trato y una memoria brillante. Su mujer lo acompañaba desde antes de la terrible guerra de España, juntos con un hijo de un año, habían salido hacia México para comenzar una vida provisional esperando que cayese la dictadura para después volver a su tierra. Ella se notaba algo más cansada y su salud más delicada. Ambos habían nacido y crecido en Salt en la provincia de Gerona. La señora, –desgraciadamente ahora no recuerdo su nombre– me comentó que le había costado mucho adaptarse a México, sobre todo por la comida, ella quería volver a España y durante años esperó a que eso sucediera.
Cuando salí de su casa me arrepentí de no haber llevado una grabadora para guardar esas anécdotas que me explicaron, y mi memoria por desgracia no es tan buena cuando se trata de datos tan valiosos y abundantes. Intentaré recordar algunos –pido disculpas si cometo errores con algunos detalles, y me arriesgo a que un familiar suyo me corrija, esperando no incordiarlo–. Luis Ferrer Falgueras había servido al Primer Batallón de la 136 Brigada, perteneciente a la 33 División del Ejército Popular Republicano, la cual finalmente en 1939, destacada en Madrid tuvo que salir hacia el exilio.
Su llegada a México hizo que, naturalmente, se reuniese con paisanos suyos que se encontraban en las mismas circunstancias, en una de las reuniones que frecuentaban conoció a un hombre que había servido a la aviación del bando sublevado y desertó cuando le ordenaron bombardear Barcelona, por la razón de peso, que su novia vivía en esa ciudad. Esa misma convivencia con otros transterrados les llevaron a crear iniciativas empresariales, algunos de sus conocidos investigaron el procesamiento de la harina de maíz para que ésta tuviera una larga duración y un mejor aprovechamiento, creando la nixtamalina. El señor Ferrer creó junto con otros una empresa dedicada a fabricar terrones de azúcar con la idea de vender el producto a las cafeterías mexicanas e imprimiendo la publicidad del negocio y de esta forma la envoltura servía de recomendación del restaurante o cafetería. Él tomaba como ejemplo de algunos cafés de Barcelona donde el azúcar se servía en terrones. –Actualmente quedan pocos que los sirvan, el Cafè de l’Opera seguía con esta costumbre, al menos hasta hace pocos años–. La empresa del señor Ferrer prosperó con el nombre de Estuchados Mecánicos Gloria y lograron llegar a muchos puntos de la república mexicana, uno de los restauranteros que no quiso aceptar el producto fue un español dueño de, el Café de la Parroquia en Veracruz, sus razones tendría para negarse.
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Aparentemente todo le iba bien en los negocios, sin embargo, hacia los años cincuenta, por motivos de salud a don Luis le recomendaron dejar la Ciudad de México y mudarse a un ambiente más rural, por así decirlo; vendería su parte de la empresa y cambió su residencia hacia Guanajuato. Compró unas tierras para cultivo, si mal no recuerdo, cerca de Irapuato, pero con el agravante de que esas tierras eran estériles y no servían para sembrar, él no lo sabía al momento en que las compró. Me comentó que nunca se lo había confesado a su mujer pero acabó regalando las tierras a los pobladores de las cercanías, no las vendió porque no quería engañar a nadie, esas tierras no valían nada.
Coincidiendo con la nacionalización de la industria eléctrica en México, –aquella especie de contrato de compra-venta que hizo el gobierno de Adolfo López Mateos– se consolidó la Comisión Federal de Electricidad (CFE), y el señor Ferrer había sido trabajador del sector eléctrico en Cataluña antes de la guerra, y mediante una recomendación que le había hecho el General Lázaro Cárdenas, pudo incorporarse a la empresa mexicana de electricidad. Con ese trabajo se jubilaría y también adquirió la casa donde vivía, que formó parte de una antigua hacienda de beneficio donde amalgamaban la plata. Casi enfrente de las oficinas de la CFE.
Yo intenté captar todo lo que me contaba y grabármelo en la cabeza mientras bebía una coca-cola que me había llevado su mujer. Mi reloj marcaba ya las 17:00 cuando consideré que era tiempo de irme y dejarlo para una segunda charla. Al señor Ferrer le dio mucho gusto hablar en catalán con alguien además de su mujer, y también que una persona joven se interesara por su apasionante vida. Los tiempos habían cambiado, su descendencia toda era mexicana y las circunstancias muy diferentes a las de sus nietos. Me explicaba que mientras uno de sus nietos más jóvenes a sus veintipocos años le decía que sus deseos eran comprar un coche último modelo, él le replicaba que a su edad ya mandaba a un ejército. Antes de marchar me mostró las publicaciones que recibía en catalán, como la publicación del Partit Socialista Unificat de Catalunya, (PSUC) Treball que lo leía en su juventud y algunas ediciones del Orfeò Català de la Ciudad de México. Salí de su casa con gran satisfacción de haber conocido a aquel hombre. Al cabo de un mes me enteré del fallecimiento de su mujer, lo llamé para darle el pésame y decidí esperar un poco más para pedirle otra cita.
Un día tomando un café en el centro de la ciudad abrí el envoltorio del azúcar, me fijé que ponía con letras pequeñas: Elaborado por Estuchados de Azúcar Gloria, guardé el “papelito” con la intención de mostrárselo cuando lo viera nuevamente, pero no pude volver a hablar con él. Habían pasado unos cuantos meses del fallecimiento de su mujer cuando él también se fue. Me quedé con un sentimiento de pena y como siempre ese frustrante vacío que dejan los fallecimientos, pensando en todo aquello que no pudimos llegar a decir. Estoy seguro que le hubiese dado mucho gusto ver el nombre de la empresa que él fundó.
Estuchados de Azúcar Gloria actualmente está posicionada en el mercado nacional gracias al trabajo de Don Román Fernández López, un asturiano que se estableció en México a fines de los años veinte del siglo XX. A partir de los años sesenta fue el propietario y a él se le debe que en nuestros días siga siendo una gran y próspera empresa.1
Es necesario velar porque estas experiencias, tanto la del señor Luis Ferrer Falgueras, como la de Don Román Fernández López, y las de tantísimos otros que llegaron a México en circunstancias diferentes pero igual de valiosas en experiencias y legados a la tierra de acogida, sean recuperadas para el bien de la memoria histórica de México, de Cataluña y de España.
Walter Arias
Barcelona, mayo de 2011.

1 Agradezco especialmente a Estuchados de Azúcar Gloria, quienes amablemente me facilitaron información sobre la historia de la empresa. Con sus actuales propietarios continúa ofreciendo calidad, variedad y originalidad a los cafés y restaurantes de todo México.

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