Esta es la historia que explica hoy el Excelsior de tres figuras que representan los Reyes Magos, procedentes de un galeón naufragado proveniente de Barcelona, hace siglos, y que a su vez los había rescatado de un barco turco hundido en la batalla de Trafalgar.
Muchos afirman que no eran tres, que no eran reyes y que tampoco eran magos. Sin embargo, en Yucatán existe un municipio que desde tiempos de la Colonia recibe a cientos de personas de todo el sureste mexicano: Se llama Tizimín, ubicado a 170 kilómetros al oriente de Mérida y que hoy congrega a cientos de hombres, mujeres y niños de todas las edades y clases sociales en torno a las imágenes de Gaspar, Melchor y Baltasar, hechas a base de cedro, así como pintadas y bañadas en oro de 23 kilates.
Esta ciudad es quizá una de las únicas partes del mundo en las que estas figuras de la tradición cristiana son veneradas en forma masiva. A estas imágenes se les atribuyen hechos extraordinarios y algunos milagros.
Por más de 150 años, en los días previos al 31 de diciembre, la tranquila población varía diametralmente su ritmo de actividades, se pintan las fachadas de las casas, se separan los puercos y los pavos que se sacrificarán durante las festividades, en una gran explanada destinada a ser plaza de toros se fabrican los “tablados” de tres pisos, redondel provisional hecho de tablas y huanos (especie de palmas para hacer palapas) que albergaran a los espectadores de las tradicionales 13 corridas.
En los alrededores de la plaza principal una infinidad de carpas ubican a los comerciantes ambulantes de todo tipo de mercaderías y comestibles, espectáculos de variedades y juegos de azar y los infalibles juegos mecánicos que le dan sabor de feria con su inconfundible música.
El olor a ruda, con que son ‘tocadas’ las urnas de los santos de oriente, impregna el ambiente, al igual que el incienso y el hollín de miles de velas que son prendidas afuera del templo, como parte del ritual de miles de peregrinos que lo mismo llegan en lujosos vehículos que en destartaladas bicicletas luego del peregrinar.
Incluso llegan antorchistas que han llegado desde la capital, desafiando calor y lluvia los 170 kilómetros existentes entre Tizimín y Mérida, tramo recorrido con esfuerzo “pero también con alegría para recordar a quienes anunciaron el nacimiento del Niño Jesús y creyeron en su divinidad a pesar de estar en un pesebre”, expresa Lilia, quien desde hace tres años cumple una promesa a los Magos que ayudaron a su padre a no perder la milpa.
La charanga y los voladores irrumpen en el centro de esta ciudad que en la traducción del maya al español significa ‘El lugar del tapir’, mientras pendones bordados con ‘hilos de oro’ dan cuenta del gremio que entra y sale de la iglesia y con el que la población da gracias a los magos por cuidar de ellos.
Al celebrarse hoy el día de Epifanía del Señor, las expresiones de fe salen a relucir en todos los ámbitos y sectores y lo mismo se observa a niños, jóvenes, adultos, ancianos e incluso, discapacitados, cumplir con el compromiso de venerar a los santos patronos de Tizimín, tal y como lo hicieron nuestros ancestros hace 450 años.
Miles y miles de peregrinos arriban todos los días Tizimín, provenientes de los rincones más apartados de la entidad o de los Estados vecinos de Campeche, Quintana Roo, Chiapas y Tabasco, aunque también hay gente que llega de latitudes más lejanas.
Es tal la devoción por los Tres Reyes de Oriente que mucha gente se queda a dormir en los bajos del Palacio Municipal en espera de que amanezca y abra sus puertas el templo parroquial, para ponerse en la larga cauda humana que se forma para entrar al recinto.
Para todos ellos, no existen las incomodidades ni el desvelo que sufren, pues llegan convencidos de que su fe es lo más importante y por ello, acuden desde lejanas tierras para cumplir con sus mandas y promesas.
Al igual que la historia de Tizimín tampoco existe una versión fiel de cómo llegaron las imágenes que aquí se veneran. Los fanáticos aseguran que son los auténticos Gaspar, Melchor y Baltasar que siguieron durante siglos a la estrella de oriente y que descubrieron que aquí es donde más brillaba y ciertamente el Lucero del Alba durante el mes de enero brilla intensamente.
Otra versión más creíble es que un Galeón Español, procedente de Barcelona y que había participado en la batalla de Trafalgar, rescató de un barco Turco que se incendiaba, estas imágenes. El capitán, un restaurador de vocación y amante de la iconografía ortodoxa, las tenía en su barco cuando este naufragó durante una tormenta frente a la costa de Las Coloradas.
Esta historia aunada a otras le otorga a las imágenes la característica de indestructibles, ya que aparte de los naufragios y los incendios, los asaltos a la población durante la Guerra de Castas; la historia más fantástica es la que cuenta que durante la persecución religiosa se volvieron invisibles a los soldados del General Argumedo que traían la consigna de destruir todo rastro de catolicismo.
Aunque por ahí cuentan que tal desaparición fue causada por un soborno al jefe militar. El probable origen Oriental se sustenta en la similitud morfológica, las facciones y la vestimenta muy similar a los iconos sagrados de la Iglesia Ortodoxa, aunque el restaurador les cambio el color y borró la rúbrica del escultor original.
Otra de las versiones menos fantasiosas y con mayor credibilidad es que si fueron encargadas ex profeso para este templo y ocupar su lugar en los nichos de la fachada, pero lo hicieron a un tallador guatemalteco, obviamente este las fabrico en madera, material no apto para estar a la intemperie por lo que tales nichos permanecen aun vacíos.
Posteriormente se les adjudico el altar en el que ahora están expuestos dentro de sus urnas de cristal. Durante los días de la feria son bajados y colocados a donde los peregrinos puedan ungirlos con gajos de ruda, esta hierba queda bendecida y los fieles la utilizan para curar algunos males. También prenden velas o veladoras en su honor.
Por lo que no se tienen datos históricos de cómo y cuándo se fundó, pero existen todavía vestigios de una importante fortaleza en cuyos muros aparece gravada la fecha de 1536 sin relacionar si fue su fecha de terminación o de principio. Adjunto a lo que fue un área amurallada se construyo un austero templo sin torres ni espadaña para campanario, pero con tres nichos para imágenes.